23/3/09

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por Teresa Torres

Hay personas que trascienden su vida por sus obras y sus actos, que son como una marca imborrable en el sentir de los que lo frecuentaron y de aquellos que lo admiraron. Obviar a Alcibíades Torres más conocido como Pocho Castagnino, sería negar su aporte a la cultura musical local y regional, desde el recuerdo, su hermana Teresa nos cuenta particularidades del gran Pocho.

“Nosotros nos criamos acá en San Salvador, en calle Santa Teresita, éramos seis hermanos, yo la única mujer, la música siempre estuvo en la familia, varios de mis tíos tocaban algún instrumento, Pocho tendría 12 o 13 años cuando empezó a estudiar música con don Humberto Tenerani (sic) que daba clases en la Av. De los Rusos y la ruta. Luego Tenerani se fue y siguió con otros músicos hasta que comenzó el servicio militar, ahí tuvo la oportunidad de perfeccionarse, ya que asistía a las clases, pero no lo dejaban que tocara en la banda, porque así lo tenían para los sábados y domingos en las fiestas que organizaban los oficiales, mientras tanto el rezongaba, porque no tenía los fines de semana libres como los demás (risas).”

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Sin dudas que una actividad como la música, permite conocer lugares y personas, el anecdotario es rico en vivencias, de las buenas y de las malas, pero las risas suelen ganarle a las amarguras, Teresa nos sigue contando: “como músico cosechó muchos a amigos y conocidos, lo invitaban a un montón de lugares, así se fue relacionando con mucha gente, en una oportunidad vinieron músicos de otros lugares, como Ortega de Aº Barú. Faltaba un integrante y lo querían llevar a mi papá, que tocaba la guitarra, pero él no podía porque tenía otra actuación, así que lo propuso a Pocho que ni lerdo ni perezoso dijo que sí, tendría unos 14 o 15 años, él recordaba que estas personas decían que se les iba a dormir en los bailes, porque era chico, lo que no sabían era que ya tenía varios bailes encima el nene (risas).”
“Los estilos musicales que interpretó fueron variados, en la orquesta típica y característica había que tocar distintos ritmos bailables, pero lo de él era el folklore, era un músico de alma, ahí donde lo llamaban él estaba”.

Los recuerdos de las anécdotas de su hermano, fluyen de la memoria de Teresa, el aprecio que tenía y tiene por él, se nota en el brillo de sus ojos. “En una oportunidad vino un conjunto de Chile, se les había enfermado el guitarrista, entonces averiguando fueron a casa para ver si el podía hacer el reemplazo, les dijo que si, la condición que le pusieron era que tenía que dormir en el hotel donde se alojaban ellos, ponerse ropa de actuación y maquillarse, el contrato era por tres días, llegó el primer día de actuación y escuchaba los comentarios del público acerca de lo parecido que era en este caso a él mismo, lo mismo sucedió el segundo día, ya en el tercer día la gente se acercaba al borde del escenario para descubrir que se trataba de Pocho ¡que estaba tentado de la risa!”

Teresa nos sorprende con datos y fotografías de un estilo de vida distinto al de hoy, la cantidad de músicos y de números artísticos que existían y se contrataban por entonces, superan con creces a los del presente, teniendo en cuenta como ella nos manifiesta, “por ser un pueblo chico, había distintas clases de músicos, bandoneonístas, guitarristas, violinistas, acordeonistas, bateristas, cantores, en los bailes se trían números de Bs. As, del Uruguay, los corsos empezaban en el hotel Argentino hasta lo que es hoy la YPF , se llenaban de gente, hoy no se si pasa eso”.

Las reuniones familiares se convertían en guitarreadas, como quién dice para reafirmar el gustito del canto y el encuentro con los demás, “Pocho solía hacer dúo con el tío Lorenzo, ambos cantaban folklore, era solo en las fiestas familiares, aunque tenían un conjunto que se llamaba Achalay, ganaron un concurso provincial, creo que era en Federación, Pocho también participó en la Orquesta Renacimiento, la San Salvador y otra con Gallard, que era una orquesta típica, me parece se llamaba Carlitos Gallard y su conjunto”.

“Más allá de la música, él tenía buen carácter, siempre una sonrisa, lo que le permitía llevarse bien con la mayoría de las personas, solía ir al hospital viejo a visitar a los abuelos internados y a algunos chicos. También dio clases de guitarra acá y en General Campos. No lo hacía con un fin económico, tal es así que Marcelo Galeano y otros alumnos que él tuvo, creo que hicieron las gestiones para ponerle el nombre de él al escenario de la Usina Cultural, en gratitud a esa actitud de darle clases y no importarle si ellos tenían para pagarle”.

Como dice la zamba que le escribiera su amigo Orlando Cazarré: “cantor y guitarrero, leal y compañero, el suelo de Entre Ríos mil veces te escuchó”, partió de gira el 21 de Enero de 1987, para “que desde el cielo. él nos este mirando y su nombre en el escenario por siempre quedará”.

Anécdota

por Alfredo Joannaz

Alfredo Joannaz: a los 12 años mi viejo me regaló una guitarra y habló con Pocho Castagnino para que me dé unas clases en mi casa, y me enseñó folklore de oído, anotaba en un cuadernito donde teníamos que cambiar los tonos (Lam – Rem – Mi7) y el primer día ya cantabamos “Trago de Sombra”. Tenía muchos alumnos y picoteaba su enseñanza andando de casa en casa, estaba unos 20 a 30 minutos, decía que practique lo dado toda la semana y si tuviera alguna duda que pasara por la casa para no seguir practicando mal. Siempre se lo veía a Pocho en bicicleta, llevaba su maletín con herramientas de plomería y su guitarra. Me enseño un montón de meses y aprendí varias canciones.

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