30/6/08


Defender intereses, nos lleva muchas veces a enfrentarnos a situaciones conflictivas con quienes menos alguien espera, es ahí entonces donde suele aparecer la naturaleza oculta de cada uno de nosotros. Esto no debería ser ninguna extrañeza, el instinto de supervivencia humana obliga a optar por las estrategias para conservar las cosas que consideramos que mucho nos han costado lograr.
Determinar cuales de los logros obtenidos en un espacio de tiempo, son realmente importantes, obedece a varios factores, (sentimentales, económicos, históricos, etc.), que nos impiden muchas veces evaluar la verdadera elección del camino a tomar.
Hay quienes dejándose llevar por lazos afectivos resignan objetivos, otros toman el riesgo y priorizando tal vez un bienestar a futuro aceptan el desafío de ir por más, por supuesto que siempre hay algo que perder y algo por ganar, lo difícil es saber cuanto es lo que dejamos y lo que obtuvimos. La actitud asumida es importante y en gran medida determinante en la calidad y cantidad de lo que queremos.
Despojarse de los egos es un muy buen primer paso para mirar alrededor, y permitir y permitirse ver, si lo que defendemos tiene un sustento avalado con argumentos, o simplemente es el miedo a lo que supuestamente pueda suceder, lo que nos hace ladrar palabras al aire; vacías, catastróficas, dominadas por la incertidumbre que nos causa la ignorancia.
El éxito ya es hacer cada día un poco aquello que nos gusta, poder compartirlo y expandirlo, generando vínculos de intercambio y un estado de satisfacción, porque al fin y al cabo, el mayor interés a defender, es el derecho a la vida digna.

“A la humanidad no la guía la razón, sino el deseo.”
Sigmund Freud