20/9/08

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"En el año 1970 aproximadamente cuando yo vivía en Buenos Aires, una noche fui a ver un partido de fútbol donde jugaba mi querido San Telmo, que enfrentaba a Bánfield en la cancha de Racing. Recuerdo que San Telmo ganó (1-0). Estando yo en la tribuna compré una revista de San Telmo. Terminó el partido y para regresar a la capital me fui a la estación Avellaneda y me encontré con la barra brava del “Taladro”, ¡¡¡que julepe!!!... se me vinieron al humo y me querían matar porque habían visto la revista que traía. Uno me dice: -a ver che, que tenés ahí… aaaaah… mira…la revista de San Telmo, ¿me la podes prestar? – y delante de mi cara bien cerquita me la hicieron pedacito, me salvó que justo llegó el tren de ellos que se iban a Bánfield y yo a la Capital, fue un susto muy grande, casi me afloja el vientre” (risas).


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“Nací en Lucas Sud, departamento Villaguay, hice la primaria en la escuela Nº 38 Manuel Dorrego, de Colonia San Gregorio, éramos 12 hermanos, 7 varones y 5 mujeres, mi papá era hojalatero, aparte araba con un arado de una reja para sembrar arroz, el patrón de él, fue uno de los primeros arroceros de la zona, de apellido Jaquet, en esa época todas las familias producían casi todo lo que consumían, nosotros teníamos ovejas, vacas lecheras, chanchos, gallinas, éramos pobres de bolsillo, pero ricos del estómago y alegrías (risas)”.
“Mi papá era un gringo muy dado, hacía latones y las famosas calderitas chatas para los troperos, no discriminaba a nadie, le teníamos un respeto bárbaro, si nos mandábamos alguna macana, ¡las palizas que nos daba! La educación que le dan a uno perdura para siempre”.
“Otra de las actividades de mi viejo era la de músico, tocaba la verdulera, es la misma que tengo yo, había otro vecino que tocaba la bandónica, es un instrumento parecido al bandoneón, de apellido Mildemberger (sic), y un tal Mildemberg que tocaba acordeón a piano, eso ya era otra cosa, mi viejo también tocaba chamamé con la armónica, se armaba cada baile, todos entreverados, gringos y criollos, por lo general en un galpón, alumbrados con faroles a querosén.”

“De mis hermanos, las 3 mayores son mujeres, ¡imagínense! los chimangos vivían revoloteando por mi casa (risas), entonces los pretendientes organizaban las farras, se peleaban para hacer fiestas y mi viejo que más quería, ellos pagaban todo, cordero, bebidas y lo que hiciera falta, era muy lindo porque iba todo el vecindario, también para Navidad y Año Nuevo se compartía la fiesta, si alguno la organizaba un año y la quería repetir el próximo, los demás se ofendían, los viejos antes eran un poco así, mirá ahora, están esperando que alguien haga algo (risas).”

“A los trece años, me vinieron a buscar de un colegio de salesianos de San Antonio de Areco, hay aprendí muchas cosas, también estuve en Gral. Pirán, al sur de la provincia de Bs. As, cerca de Mar del Plata, ahí quedé maravillado con las pilchas que lucían los gauchos, se ponían las mejores ropas, de ahí es que traigo el gusto de vestirme de gaucho, me quedó eso, una imagen tan linda, cuando salís de tu pueblo, vas descubriendo otras cosas que a lo mejor ni te las imaginas.”

“Después de once años regresé a San Salvador, mi primer lugar de residencia fue el barrio El Mondongo, no conocía a casi nadie, empecé a conocer gente por las canchas de bochas, íbamos con unos hermanos míos, después de trabajar, en vez de quedarnos en casa, nos íbamos a Unión o Santa Teresita, ahí empecé a hacerme conocido y a llamarme Josecito, porque era de los más chicos que jugaban, pero los que me bautizaron artísticamente fueron el zurdo Barboza y Galeano (Marcelo), en el programa del desaparecido Folo, fuimos a tocar y ellos me presentaron como Josecito Wagner y su verdulera del Litoral, ¡yo no sabía que decir! Y así es como me presento hasta el día de hoy. Le guardo un gran recuerdo a Folo, lástima que ya no se pasen tantos tangos en las radios, es una hermosa música.”

“Acá hubo y hay grandes músicos, empezando por Edmundo Segón, también Pocho Castagnino, era un gran guitarrero, muy concentrado en lo suyo, de los más actuales está Francisco Monzalvo y su hermano. Yo conocí muy bien a don Segón, casi todos los conjuntos de época los dirigía él, siempre decía que es lindo ser músico, pero a veces hay que pasar por cada situación, contaba una anécdota donde los habían contratado para tocar en un baile de campo, era un galpón que era gallinero, ¡las gallinas las sacaban pero los piojos quedaban! (risas).”
“Mi debut musical fue en el año ´68, en la escuela donde yo había ido, también estaban Pocho Castagnino, el Topo Caire y creo que el carancho González, tocaron un ratito porque se venía la lluvia y se fueron, la fiesta se quedó sin músicos, entonces el Negro García me dice de ir a buscar el acordeón y el trajo la guitarra, entre refucilos y truenos le mandamos música toda la noche, esa fue mi primer actuación en público y que bailó la gente, los organizadores en agradecimiento nos querían pagar, pero no aceptamos, así que Mildemberger, un vecino del lugar, agarró un sombrero y empezó a pasarlo, ¡juntó un montón de plata!, nos sentamos con el Negro en un rincón escondido y nos repartimos la recaudación (risas)”

“Empecé a tocar con el acordeón de mi padre, lo compartía con dos de mis hermanos, que también tocan, cuando el mayor se va hacer el servicio militar, me la pasa a mi, pero yo vivía en Bs. As, y el instrumento estaba aquí, cuando regreso lo tenía mi padre, recién después que me casé, vino un día el viejo y me dijo-José te dejo la cordiona (sic), así que empecé despacito nuevamente a practicar.”
“En la colonia solo se hablaba en alemán, la mayoría aprendimos castellano en la escuela, tenía un maestro-Félix Méndez-, el nos enseño a hablar, se enojaba cuando nos escuchaba hablar alemán, pero si en nuestras casas era el idioma que conocíamos, el castellano no lo entendíamos, mi mamá no sabía nada pobre, en vez de decir-somos parecidas, decía, somos parece (risas)-.”

“Una vez vinimos al pueblo con mi vieja, a la tienda del turco Achur(sic), ella tenía unos ahorros y quería comprarle un regalo para sus hijos, en ese entonces existían las camisas Lave y listo, que las lavabas, colgabas y se secaba, era como de plástico, en verano no te entraba ni un aire ¡a la legua te sentían el olor cuando venías! (risas), nosotros no queríamos esas camisas, pero era la moda y el turco traía eso, mi mamá como no sabía expresarse le decía-otro color, otro color-, en vez de decirle otra tela, y el turco ya no sabía que mostrarle ¡transpiraba nervioso!”

“Siempre se pueden hacer cosas, se puede mejorar, no importa la edad, mis expectativas son tocar con chicos que van a la escuela, que están estudiando y aprendiendo como yo, mi sueño es integrar un conjunto musical, estoy empezando a leer y escribir música, me gusta mejorar, no bajo los brazos.”

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