20/10/07
"En el año 1969, mientras todo el mundo estaba expectante a la llegada del hombre a la luna, yo venía de Paraná en la caja de un camión por la vieja ruta 18, (camino de ripio), de presentar la obra “Barranca abajo” de Florencio Sánchez, en una muestra teatral realizada en el Teatro 3 de Febrero. Así que me perdí el acontecimiento pero igual veníamos mirando la luna", (risas).
"Recuerdo en Lucas Sud en lo de Villanueva, estábamos representando la obra, y habían montado el escenario al borde de la pista, era una noche de verano, y detrás del escenario estaba la casa de familia, estoy hablando del campo, la única forma de sacar agua era con la bomba a mano, y en la mitad de un acto con todo el público expectante y en silencio, se oye el ruido de la bomba, huik… huik… huik…" (risas).
“Cuando representamos Nazareno Cruz y el lobo, debíamos resolver, ¿como iba a ser la transformación?. Entonces en el momento que se producía, el Negro Córdoba que hacia el personaje de Nazareno se tiraba en un catre, se oscurecía la escena, y Rene Garcia esperaba debajo del catre para ayudarle a poner una careta endiablada y peluda junto a unos guantes también con pelos para las manos”, (risas).
“Yo siempre digo que soy como Facuando Cabral, no soy de aquí, ni de allá”.
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Nació en Capital Federal. Su familia estaba compuesta por: su padre que trabajaba en Aeronáutica Nacional por lo que a cabo de un tiempo debía ser traslado a distintas ciudades; su madre, una hermana, y un hermano nacidos ambos en Córdoba. Cuando Mirtha tenía meses de nacida, sus padres se mudan a la ciudad de Córdoba. Fue ahí donde vivió su infancia, inclusive hubo un tiempo que vivió en Reconquista (Santa Fé).
El 1º grado básico lo termina en Córdoba. Al momento de cursar el 1º grado superior, su padre es trasladado a Paraná, pero se radica en San Salvador como primera instancia hasta conseguir una vivienda en la capital provincial. Los abuelos de Mirtha eran oriundo de San Salvador, lo que le facilita cursar seis meses en la actual Escuela Nº 1, luego se va a vivir con su padre a Paraná, termina sus estudios y se recibe de Maestra. Vivió allí hasta los 19 años y luego vino a San Salvador.
Se caso con José Bouvet, y tuvo cuatro hijas de las cuales dos, hoy son docentes.
Mirtha es una de las pioneras en la actividad teatral de Jubileo y San Salvador. Comenzó con en el grupo vocacional de teatro “Blanco y Celeste” junto a su marido, un grupo de maestras y vecinos en la localidad de Jubileo, con la obra “Nazareno Cruz y el lobo” de Juan Carlos Chiappe bajo la dirección de Luís Virgilio “Poroto” Carballal. Realizaron dos presentaciones, en Jubileo y San Salvador.
Luego en el año 1968 siguiendo con la actividad teatral, integra el grupo de teatro “Candilejas” presentando “Barranca abajo” de Florencio Sánchez, bajo la dirección de Luis D. Salcedo. Debutaron con la obra en la Fiesta del Arroz, en un galpón de la Cooperativa Arrocera de San Salvador. Esta obra tenía la particularidad de tener armado su propio telón de teatro, de modo tal que cuando se presentan en el teatro 3 de Febrero (Paraná), lo arman dentro del telón de la sala. Eran tres actos, los dos primeros tenían como escenografía el patio de una casa, y en la último acto, lo más maravilloso, aparecía un rancho con techo de paja, que aparecía todo oscuro y para simular un amanecer el director había creado un sistema para que la luz apareciera suavemente, no había la tecnología de hoy. Esta obra se representó en Macia, General Campos, Pedernal, Paraná, Lucas Sud, entre otras zonas rurales.
Su última incursión en teatro fue presentando la obra “El mal entendido” de Albert Camus, bajo la dirección de Luís D. Salcedo, con más exigencia de preparación debido a que la puesta en escena debía competir en la localidad de San José.
“Los costos de las obras los solventábamos con un porcentaje de las entradas, haciendo fondos propios, los comercios locales y el apoyo del Intendente Reilen, no podemos decir lo mismo del ese entonces, Secretario de Cultura".
"La elección de la obra era definida en una mesa redonda donde se leían los libretos y se llegaba a un acuerdo. El lugar de ensayo fue primeramente en la propiedad de Nena Velich. Después fuimos a un galpón de una casa vieja carcomida por el tiempo que muestran los ladrillos cubiertos por el musgo de los años, la antigua panadería de Gelbes, en Avda. Malarín y Urquiza.”
Comenzó a ejercer como Docente en la Escuela Nº 1. Luego prosiguió en Jubileo donde conoce a su futuro marido, José Bouvet. Se viene a vivir definitivamente a San Salvador cuando su marido comienza su trabajo en el Banco de Entre Ríos.
Luego de tres años de no ejercer como docente, retoma en el año ´70 en la Escuela Privada Nº 113. En el año ’77 asume como Vice-Directora. Y en el año ´81 es nombrada Directora. En el año ´89 trabaja paralelamente como secretaria de la Escuela “Francisco Ramirez”. Finalmente en el año ´99, se jubila.
“Siempre me gusto mucho el trabajo docente, no faltaba nunca, porque no había quien diera clase, estuve agremiada a AGMER, hice paro, pero se tomaban de otra manera los derechos y las obligaciones. Los fines de semana hacíamos pasteles, empanadas, asado con cuero, comidas, todo a fuerza de pulmón. Nos entregábamos por completa a la escuela, éramos maestra, portera, carpintera, lo que fuese, había que contribuir a lo que faltaba, ahora esta todo echo, y lo que no, se reclama, pero es más difícil porque se desvalorizó al docente, los trabajadores y profesionales en general, en el sentido que donde se reclama te mandan carta documento, no estoy diciendo que este mal ni lo uno, ni lo otro".
"No creo que antes se enseñaba más, era distinto. Antes se tenía más horas dedicadas a pocas materia pero todo con un solo maestro, con el tiempo fue cambiando, hoy hay muchas materias especificas con docentes especiales para cada una, con el fin de orientar a alguna carrera. Terminé muy cansada, pero la añoranza siempre vuelve, porque a mi me gustaba, pero tuve que empezar a pagar una deuda interna que tenía con mi familia, que es el tiempo que no estaba en el hogar”.
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